Dentro del curso de profundización de la práctica "en Órbita" entramos en Junio en un intensivo de Sūryanamaskāra.
Siendo el sol la fuente principal de vida, es natural que haya sido la figura central de casi todas las religiones o mitologías primitivas. Desde el origen de la humanidad, se ha reconocido al sol como fuerza esencial. Mientras la luna, para llegar a su ocultación mensual de tres días, precisa sufrir un desplazamiento, el sol no necesita morir para bajar a los infiernos; puede llegar al océano o al lago de las aguas inferiores y atravesarlos sin disolverse. Por esto la muerte del sol implica necesariamente la idea de su resurrección. Por esto, también, el culto a los antepasados se liga al sol para asegurarles una protección y un símbolo salvador. La idea de la vida después de la muerte, en un movimiento cíclico, ha tomado siempre preponderancia en todas las tradiciones sensibles a los ciclos de la naturaleza. Incluso en el cristianismo se da la idea de resurrección. En las paredes de las primitivas iglesias románicas, a veces, se encuentran figuras circulares abstractas que pueden remontarse a sus originales paganos. En el arte no cristiano tales círculos se llaman ruedas solares. Aparecen grabados en rocas que datan del periodo neolítico. La denominación “rueda solar” denota solo el aspecto externo de la figura. Lo que realmente importaba en todos los tiempos era la experiencia de una imagen interior arquetípica que el hombre de la edad de piedra plasmó en su arte tan fielmente como pintó toros, gacelas o caballos salvajes. Una de las formas elementales del simbolismo de la rueda consiste en la interpretación del sol como rueda y de las ruedas ornamentales como emblemas solares. El karma representado como rueda/sol nos habla de la sucesión de acontecimientos y el devenir como en un circuito cerrado. Es un tema recurrente para el ser humano, tan intangible y misterioso como lo es la fuerza del sol y el vinculo que nos mantiene unidos a él. El sol en la tradición india: La ambivalencia celeste-terrestre caracteriza el significado de Sūrya en el Ṛg-Veda. Lo consagran diez himnos en los que se describe lo siguiente: “es el hijo de Dios” (X.37.2) “pero lo llamamos también el rey del cielo o el rey de Mitra y de Varuna (Urano) (I.115.1; VII.61.1; X.37.1). En estas descripciones, el aspecto luminoso de Sūrya es representado como capaz de iluminarlo todo; incluso ilumina el Sí interior, cuyos rayos tienen por resultado la curación espiritual; es omnipresente y acecha, apresa y destruye la oscuridad (tamas)
Estracto del dossier de estudio de los alumnos de "Transmisión"