Swami Vivekananda y el camino del corazón.
- Gabriel Martinez Mayobre
- hace 4 horas
- 3 Min. de lectura

Hablar de Swami Vivekananda es hablar de una de esas figuras que, sin proponérselo, cambian la frecuencia espiritual de toda una época. Discípulo directo de un gran maestro como fué Ramakrishna, heredó de este la experiencia viva de la devoción, pero la expresó con un lenguaje completamente distinto: firme, incisivo, moderno. Mientras que Ramakrishna hablaba desde un espacio de éxtasis espontáneo, Vivekananda convirtió esa vivencia en una pedagogía, en una fuerza capaz de atravesar culturas y fronteras. Su presencia en el "Encuentro de las Religiones" de Chicago en 1893 marcó un antes y un después: por primera vez el yoga, el Vedānta y la idea de la unidad de todos los caminos espirituales llegaban a occidente con una claridad que aún hoy sorprende.
Entre sus obras, “Bhakti Yoga”, publicado por la editorial Kier, ocupa un lugar especial. Lo que encontramos en estas páginas no es un manual devocional lleno de dulzura sentimental, sino más bien un tratado sobre la naturaleza profunda del amor espiritual. Vivekananda entiende la devoción como una ciencia del corazón, una disciplina que no se alimenta de emociones fluctuantes sino de una orientación clara hacia lo que realmente merece nuestro amor. Es un texto que desmonta el tópico del devoto melancólico y dependiente; aquí la devoción es fuerza, es vigilia, es un tipo de lucidez afectiva capaz de penetrar en las sombras más profundas.
Vivekananda insiste en algo que hoy sigue siendo incómodo para muchos: la devoción que se apoya en rituales caducos, en supersticiones o en la búsqueda de favores personales NO es devoción. Es un comercio emocional. Para él, amar a lo divino es una tarea que exige limpieza interior, firmeza ética y, sobre todo, una radical honestidad con uno mismo. No hay lugar para la falsa espiritualidad. El corazón se vuelve transparente no por un esfuerzo, sino por un compromiso constante con el misterio de la vida.
Uno de los rasgos más intensos del libro es cómo describe la "maduración" de la devoción. Al principio, dice: "amamos porque esperamos algo: protección, consuelo, seguridad. Más adelante, el amor se vuelve menos interesado, más amplio". Y, en un punto avanzado, aparece lo que él llama la devoción suprema, "parā-bhakti" (un estado en el que ya no hay separación entre el amante y lo amado). La dualidad se disuelve, pero no como una idea filosófica, sino como una constatación. El amor se vuelve tan vasto que no queda un “yo” capaz de poseerlo. No hay esfuerzo, no hay apropiación, no hay meta. Solo una disponibilidad ilimitada.
Para lectores acostumbrados a la suavidad poética de ciertas tradiciones, o para quienes estamos familiarizados con la mirada silenciosa del shivaismo cachemir, el tono de Vivekananda puede parecer duro. Y quizá lo sea. Pero en esa dureza hay una enorme ternura escondida. Es la dureza de quien quiere evitarte los autoengaños más habituales del camino espiritual. Es la firmeza de quien sabe que, sin un corazón honesto, la devoción puede convertirse fácilmente en una fantasía.
Por eso “Bhakti Yoga” no es solo un libro sobre la devoción: es una invitación a revisar desde qué lugar amamos, qué esperamos a cambio, y qué pasaría si nos atreviéramos a amar sin garantías. En tiempos en los que la espiritualidad se vuelve un producto más en el mercado de las experiencias, releer a Vivekananda es casi un acto de higiene interior. Nos recuerda que el amor más profundo no necesita promesas ni milagros, sino presencia.
Y quizá eso sea lo más revolucionario de su mensaje: que la devoción no es un estado exaltado del alma, sino una forma muy concreta de estar en el mundo. Una manera de vivir con el corazón despierto, sin prisa por llegar a ninguna parte, dejando que la vida haga su trabajo en nosotros. Como si el amor, al final, no fuese tanto un camino hacia algo sino un desprenderse, una rendición silenciosa a lo que siempre ha estado aquí.




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